Epístola 272: R272: Hildegard von Rupertsberg al Decano T. von St. Aposteln in Köln

Hildegarda.

Dios hizo su obra, pero no la estableció de una sola manera. Pues Adán pereció, ya que no completó el curso de su ciclo, sino que fue llamado después del mediodía. Sin embargo, Dios envió su aliento a los profetas para que anunciaran la verdad, y así la sabiduría habló en la boca de aquellos a quienes Él mismo designó, para que produjeran milagros. Los apóstoles, también, perfeccionaron la obra de Dios en la fe a través del Espíritu Santo, y su martirio y el de otros manifestaron a Dios. Asimismo, el Espíritu Santo inspiró a los pueblos espirituales, que en sí mismos completan el mundo y veneran el orden angélico. Así, la obra de Dios es semejante al día. Pues todos dijeron lo mismo, aunque clamaron individualmente.

Al amanecer, el alba precede al sol, y en la mañana resplandece el rayo del sol, que en la tercera hora comienza a arder en su calor; a mediodía, arde plenamente en su calor; y alrededor de la novena hora, su calor empieza a disminuir; pero al anochecer, el calor que tuvo durante el día termina, y antes de la noche se oculta. Y así se completa el día, y descansa de sus obras. Si todas estas cosas se completaran de una sola manera, no agradarían al hombre. Por eso también el nombre de Dios es Sabaoth, porque cada curso de este tipo tiene una función completa. De este modo, Dios opera en todas sus obras.

Así también sucedió con esta mujer sobre la que preguntáis, por la cual tanto los grandes como los pequeños, los mayores como los menores, dijeron lo mismo con trabajos y oraciones y clamaron individualmente, según el Espíritu Santo les enseñó este oficio. Algunos trabajaron por ella con suspiros de misericordia, otros con oraciones y vigilias; algunos también soportaron ayunos y castigos en su cuerpo; muchos dieron limosnas por ella, y una gran multitud se inclinó hacia ella con la ayuda de cualquier bien que pudiera hacer. Y algunos lograron esto con gran dedicación y sin tedio, y así todos dirigieron su mirada a Dios por ella, tal como el día completa su ciclo.

Ahora, sin embargo, digamos juntos con alabanza: ¡Gloria a ti, Señor! Que la bendición de Dios, en su gracia, esté sobre vosotros y sobre todos aquellos que fueron movidos por la misericordia hacia ella, pues el mismo Señor dijo: "Misericordia quiero y no sacrificio."