Epístola 30: R30: Hildegard von Rupertsberg a Konrad I von Worms

Respuesta de Hildegarda.

Tú eres la persona que se sienta en la cátedra de Cristo y tienes en tu mano la vara de hierro para gobernar a sus ovejas. Mira al sol de la justicia y a las numerosas estrellas que son tipos de virtudes, para que no te falte el alimento de vida, porque es un buen pastor quien siempre florece en buenas obras y quien apacienta a sus ovejas en la recta frescura. Que te lo conceda aquel que resonó en el primer día y por cuya palabra toda criatura surgió, y quien en el último día sonará la trompeta de manera que todos los hijos de los hombres serán resucitados.

Porque ciertos hombres que viven justamente son el tabernáculo de Dios, ya que Dios habita en ellos. El hombre es el edificio de Dios en el que Él mismo tiene su morada, porque ha puesto en él un alma ardiente que, junto con la racionalidad, vuela en expansión, así como el muro abarca la amplitud de la casa. Pero también, quien ha sido justificado en sus obras según los preceptos de Dios, sin haber descuidado la ley de Dios, edifica la Jerusalén celestial. Quien, sin embargo, obra según la carne y no según el espíritu, caerá de la santa edificación. Pero quien ha cortado de sí la propiedad de su voluntad, adorna la edificación celestial con perlas, piedras preciosas y el mejor oro. Por tanto, hazte a ti mismo de tal manera que te conviertas en una piedra preciosa y seas adornado en la Jerusalén suprema.