Epístola 101: R101: Abades de Borgoña a Hildegard von Rupertsberg

Algunos abades. A Hildegarda.

B. de Bellevaux. G. de Clari Loci. A. de Clarifontis. R. de Caritatis. G. de Bethania llamados abades. ¡A Hildegarda, elegida esposa de Cristo, que florezcas en gracia y alabanzas con cánticos! De todo corazón, con júbilo, ofrecemos acciones de gracias al dador de todos los carismas espirituales. Él, que no se desdeña de renovar sus antiguos milagros en nuestro tiempo. Por esto, fácilmente entendemos que no nos defrauda con sus promesas, con las que consoló a los suyos diciendo: "¡He aquí, yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo!". Aunque nos encontremos indignos de estas promesas, sin embargo, con la cooperación del Espíritu Santo en vuestros corazones, reconocemos que nuestros corazones están inflados de gracia. Aunque ignorantes en la creación de libros y otras maravillas, y a aquellos que son asombrosos en el presente, la armonía celestial asombra maravillosamente. Y antes de ser desconocido para los mortales, por vosotros se hace manifiesto. ¿Y qué maravilla? Ahora, en verdad, como verdadera esposa de Cristo, inmaculada y apoyada en vuestro amado, cuya mano izquierda está bajo vuestra cabeza y su derecha os abraza, quien os condujo a su cámara y os reveló excelentemente sus secretos. Que el Señor os fortalezca en esto, deseando fervientemente que se os revele algo de nuestro estado divinamente y nos lo insinúeis. ¡Os lo pedimos humildemente!

Pero esta mujer, portadora de la presente carta, es una mujer noble y esposa de un hombre muy amado. Ella ha venido a ti con mucha devoción, humilde y a pie, aunque podría haber venido en caballos y con mucho séquito. La razón de su llegada es esta: ha permanecido estéril durante mucho tiempo, aunque al principio engendró hijos, pero tras su muerte, no ha vuelto a concebir. Ella y su marido son afectados por un dolor vehemente. Por eso acude a ti, sierva y amiga de Cristo, teniendo confianza en que, por tus méritos y oraciones, obtendrás de Dios que pueda ser fecundada de nuevo y ofrecer a Cristo el bendito fruto del vientre en la procreación de hijos. Por eso nosotros, rogados por ella y su marido, te pedimos que intercedas por ellos ante Dios en esta petición, ¡y que merezcan obtener lo que desean!