Epístola 210: R210: Hildegard von Rupertsberg a Heinrich von Utrecht

Respuesta de Hildegarda:

El soplo místico y la voz de la sabiduría resuenan: Dios es eterno, y en sí mismo tuvo este propósito, que quiso realizar una gran obra, de modo que todos sus milagros resonaran en ella a través de la racionalidad. Y en este antiguo propósito se deleitaba grandemente, porque su obra debía edificar muchas estructuras de bien. Y así, Dios hizo al hombre. El hombre es imagen de Dios, en quien Dios infundió un aliento dorado, que en sí mismo contiene dos caminos en el conocimiento del bien y del mal. Uno sostiene el cielo, el otro muestra el mal.

El camino que sostiene el cielo es aquel en el que Dios perfecciona la virtud de su poder en el aliento dorado del hombre mediante obras resplandecientes. El otro, en cambio, toca el soplo de la oscuridad del primer mal que quiso luchar contra Dios. En estos dos caminos, los cinco sentidos del hombre, junto con la sabiduría, el conocimiento, el entendimiento y la voluntad, son contados para gran honor, así como también los órdenes puestos para la alabanza de Dios que están ante su presencia.

Ahora bien, oh siervo de Dios, pequeñas ventanas aparecen en el mejor camino dentro de ti, en una luz resplandeciente, de modo que deseas el bien con anhelo. Sin embargo, en el otro camino, estás atrapado en un torbellino oscuro. Pero tú, oh soldado, levántate con clara valentía y vence este torbellino, porque la gracia de Dios te toca y te advierte, como también puedes entender en el conocimiento de tu secreto. Apártate del mal y haz el bien, y Dios te buscará y descansará en ti.