Epístola 275: R275: Werner von Kirchheim a Hildegard von Rupertsberg

Werner de la iglesia de Kircheim, junto con los demás hermanos de su comunidad, a Hildegarda.

A Hildegarda, virgen inmaculada en mente y cuerpo, consagrada a Dios desde la cuna. Werner de Kircheim, junto con los demás hermanos de su comunidad, que aunque indignos, ofrecen su servicio a Dios en sus parroquias, deseamos, siguiendo su ejemplo, derrotar a las hordas hostiles con la guía de Dios. Ya que la fragancia de vuestras virtudes se ha extendido por amplias regiones, y porque no solo realizáis obras buenas, sino que también profetizáis lo que ha de venir y contempláis las cosas celestiales, con la gracia del Espíritu Santo iluminando vuestro corazón, consideramos adecuado, aunque indignos, encomendarnos a vuestra santidad por medio de la fraternidad.

Y ciertamente, porque creemos que, aunque somos los últimos miembros de Cristo, estamos con vosotros, decimos con confianza que cualquier cosa que os pidamos en su nombre, si podéis concederla, no la neguéis a los que la solicitan. Rogamos, pues, vuestra benevolencia, madre y esposa del Cordero, que nos recordéis en vuestras oraciones con especial atención. Sabed que, en la medida en que podamos ante Dios, siempre os recordaremos en nuestras oraciones.

Nos atrevemos a pedir una petición más, es decir, que las palabras que, enseñadas por el Espíritu Santo, nos revelasteis a nosotros y a muchos otros presentes en Kircheim sobre la negligencia de los sacerdotes en el sacrificio divino, no dejéis de escribirlas y enviárnoslas con piedad maternal, para que no se desvanezcan de nuestra memoria, sino que podamos tenerlas siempre ante nuestros ojos con mayor atención. Pues, debido a que nos inclinamos más de lo que deberíamos hacia las cosas terrenales y seculares, a menudo dejamos que las palabras pasajeras se disipen en el viento con negligencia.

Que el amor maternal permanezca en vos.