Epístola 160: R160: Hildegard von Rupertsberg a Sophia von Oudwijk

Respuesta de Hildegarda.

En la verdadera visión de los misterios de Dios, escucha estas palabras: Oh hija nacida del costado del hombre y formada como figura en la edificación de Dios, ¿por qué desfalleces, de modo que tu mente vuela en la inconstancia de las nubes que la tormenta arrastra, de manera que a veces brilla como la luz y otras se oscurece? Así es tu mente, perturbada por el bullicio de aquellos comportamientos que no resplandecen ante Dios.

Pero tú dices: "Quiero descansar y buscar un lugar donde mi corazón tenga un nido, para que mi alma repose allí". Oh hija, no es útil ante Dios que abandones tu carga y dejes tu rebaño, ya que tienes esa luz con la cual debes iluminarlo y llevarlo a los pastos. Ahora, pues, refrena tu impulso, no permitas que tu mente arda en esa dulzura que te perjudica enormemente en la inconstancia de una vida solitaria.

Tú, sin embargo, vive, porque la gracia de Dios te quiere. Cuida, pues, de no apartarte de ella en las divagaciones de tu mente. ¡Que Dios te ayude a vigilar en la pura sabiduría!