Epístola 139: R139: Hermann von St. Martin in Mainz a Hildegard von Rupertsberg

Hermann, preboste, a Hildegarda.

A Hildegarda, señora dignísima de toda gloria y honor, Hermann, de la casa en Maguncia, preboste y pecador indigno, lo que sea que un siervo o hijo pueda decir a su amadísima señora y madre. Mi alma arde y se siente temerosa. Arde por hablar, pero teme la magnitud de tu sabiduría y elocuencia. Pues a ti, dotada de una felicidad plena, te ha sido concedido tanto sentir con sabiduría como expresar con utilidad. La autoridad de las Escrituras resplandecientes ha encontrado su asiento en ti, permanece contigo, y de ti ha hecho un tesoro.

A esto se añade que, aprobada por los dones de la disciplina, te has convertido en ornamento de la Iglesia y ejemplo para los pueblos. Ojalá me hubiera sido concedido adherirme a ti constantemente, escucharte siempre, y renovarme sin interrupción en tu compañía. Entonces no habría sido privado de mi deseo, porque siempre he deseado escucharte.

Por lo tanto, te ruego que te dignes informarme con tus cartas selladas, con la ayuda de Dios y nuestro Señor, sobre lo que te desagrada en mí y cómo puedo deshacerme de ello. Que tu santidad perdure para siempre. Que todas tus hijas, mis amadísimas hermanas, permanezcan fieles y bien.