Epístola 218: R218: Hildegard von Rupertsberg a Maestro Udo von Paris

Respuesta de Hildegarda:

Yo, pobre figura, en el humo de los aromas del monte elevado, digo: El sol descendió con su luz y reveló muchas indignaciones en los lugares de las vicisitudes. Así, oh tú, maestro, en tu enseñanza, tienes muchos riachuelos en las Escrituras, que a veces esparces entre otros, es decir, entre los grandes y los pequeños. Tiemblan mucho mis manos por la humilde figura que soy. Ahora escucha: El Rey se sentó en su trono y colocó ante sí grandes columnas, muy elegantes, adornadas con grandes ornamentos, erigidas sobre ornamentos de marfil, que llevaban todas las vestiduras del rey con gran honor y las mostraban por todas partes. Entonces al Rey le complació, y levantó una pequeña pluma de la tierra y le ordenó que volara como el rey lo deseaba. Sin embargo, la pluma no vuela por sí misma, sino que el aire la sostiene. De manera similar, yo no estoy imbuida de doctrina humana, ni poseo grandes fuerzas, ni siquiera gozo de buena salud corporal, sino que me sostengo en la ayuda de Dios.

Y te digo cómo en la verdadera visión fui instruida sobre lo que es la paternidad y la divinidad, ya que he percibido que esto es muy necesario para muchos, para que se fortalezcan en la verdadera fe. He visto y aprendido diligentemente en la verdadera luz, viendo clara y abiertamente, y no buscando en mí misma, que la paternidad y la divinidad son Dios, porque el hombre no tiene el poder de hablar de Dios como lo hace sobre la humanidad del hombre o sobre el color de una obra hecha por la mano del hombre. La luz viviente en la palabra secreta de la sabiduría dice: Dios es pleno e íntegro y sin principio de tiempos; por lo tanto, no puede ser dividido por palabras como el hombre puede ser dividido, porque Dios es todo y no otro, y por lo tanto, nada debe ser sustraído ni añadido a Él. Paternidad y divinidad son también aquel que es, como se ha dicho: "Yo soy el que soy." Y aquel que es tiene plenitud. ¿De qué manera? Haciendo, creando, perfeccionando. Pues quien dice que la paternidad y la divinidad no son Dios, está nombrando un punto sin un círculo, negando a aquel que es eterno. Y quien niega que la paternidad y la divinidad sean Dios, niega a Dios, porque implica que hay alguna vacuidad en Dios, lo cual no es cierto, pues Dios es pleno, y lo que está en Dios es Dios. Porque Dios no puede ser sacudido ni cribado como un hombre, pues en Dios no hay nada que no sea Dios. Y dado que la criatura tiene un principio, de ahí la racionalidad del hombre encuentra a Dios a través de los nombres, así como también ella misma está llena de nombres por su propia propiedad. Ahora escucha nuevamente, oh hombre, a esta pobre figura que te habla en el espíritu. Dios quiere que sigas caminos rectos, que te sujetes a Él, que seas una piedra viva en la piedra angular y que no te apartes del árbol de la vida.