Epístola 267: R267: Philipp von St. Peter in Köln a Hildegard von Rupertsberg

Felipe, el deán, junto con los demás clérigos, a Hildegarda.

Felipe, el deán, aunque indigno, de la iglesia mayor y todo el clero de Colonia, a Hildegarda, del monasterio de San Roberto en Bingen, venerable seguidora de la parte que eligió María y que ahora, por la pureza del corazón, y en el futuro, verá a Dios cara a cara. Porque amamos vuestra piedad maternal, os hacemos saber que, después de que os alejasteis de nosotros recientemente, habiendo venido a nosotros por mandato divino, donde nos revelasteis palabras de vida como Dios os inspiró, quedamos profundamente maravillados por lo que Dios opera en un vaso tan frágil y en un sexo tan frágil del ser humano, tales maravillas de sus secretos. Pero el espíritu sopla donde quiere. Pues, siendo evidente por muchas señales que ha elegido en vuestros corazones una morada que le agrada, justamente nos dirigimos a vos en nuestra admiración, como a un templo vivo de Dios, para ofrecer nuestras súplicas y pedimos respuestas de verdad de vuestro corazón, como si fueran del oráculo de Dios.

Rogamos, pues, con toda sinceridad a vuestra beatitud que encomendéis a Dios nuestros deseos, ya que están relacionados con el cuidado de las almas, y si algo vuestro espíritu, adherido a Dios, ha percibido sobre nosotros en una verdadera visión, como suele hacerlo, os pedimos que os esforcéis por comunicárnoslo por escrito. También os rogamos que lo que nos dijisteis antes de viva voz, lo consignéis por escrito y nos lo enviéis, porque, cuando estamos entregados a las concupiscencias carnales, fácilmente por negligencia entregamos al olvido las cosas espirituales, que ni vemos ni escuchamos frecuentemente. Que vuestro afecto esté bien, y que esté con vos aquel a quien amáis con todo vuestro corazón.