Epístola 180: R180: Hildegard von Rupertsberg a Lucardis von Bamberg

Respuesta de Hildegarda.

Oh madre, quien no cava y hace fructífero ese campo que tiene la plenitud de la fertilidad, lo abandona, porque no trabaja para la recompensa del Padre de familia. ¿Quién estableció al buey y al asno? Dios los creó para el servicio del hombre. ¿Y por qué el hombre no trabaja para su propio beneficio, cuando él mismo es toda la obra de Dios y cuando Dios no lo hizo para estar inactivo?

Dios creó al hombre semejante al firmamento, que sostiene el sol, la luna y las estrellas, para que iluminen a todas las criaturas y muestren los tiempos de los tiempos. Pero si una nube negra cubriera todas estas cosas, la criatura temería que su fin estuviera cerca. Tú, hija de Dios, reconoce este campo en ti misma, porque por tu benevolencia tienes una relación cercana con el pueblo, de modo que puede recibir tus palabras y obras. Por eso, no rehúyas trabajar con ellos, ni faltes a tu deber debido a la ociosidad, porque las hierbas inútiles a menudo crecen en la inactividad.

Propón para ti también la manifestación del firmamento, para que la luz de tu racionalidad no se oscurezca, escondiendo el mal el engaño del diablo, como si apenas vivieras. Y en todo esto, disciplina a tus hijas, porque así como un niño teme ser golpeado con la vara, así también el maestro debe ser temido por todos. Sin embargo, no temas la aflicción en estas cosas, sino aumenta tus recompensas en la vida eterna, de modo que los suspiros del Espíritu Santo fluyan en ti.